Las Sagradas Escrituras y Santo Tomás de Aquino dijeron que primero fue el verbo, y el verbo era Dios. En la era digital, primero fueron los datos y de allí la interconectividad global y la minería de datos, lo que se conoce como Big Data. Es decir, lo que la mente humana es solo capaz de cuantificar en miles de trillones de datos.
La transformación digital que ha generado el internet de las cosas (IoT) ha llevado consigo el Big Data. Un semáforo de calle puede arrojar más información estadística en un nanosegundo para prevenir accidentes que toda la información que pueda recopilar la DGT en un siglo… Algo que puede parecer apasionante o intimidante, depende del prisma desde el que se mire.
Y como el arte ha acompañado al hombre en todas las etapas de su historia, empezando por las pinturas rupestres, esta vez no será de otra manera. Con el advenimiento del Big Data y la forma en que estos terabytes de datos (medida equivalente a un billón de bytes y cuyo prefijo “tera” en griego significa “monstruo”, nunca mejor expresado) pueden cambiar la vida del ser humano, su forma de percibir las cosas y de relacionarse con ellas.
Se celebra una exposición en Alemania donde los artistas plasman la influencia del Big Data en la sociedad Share on XBig Data goes Art
Muestra de ello es la exposición “Big Data goes Art”, que tiene lugar en Alemania y en la que los artistas pretenden integrar este fenómeno del Big Data en la cultura y el arte. Dos ejemplos: un espejo que muestra un diente de león según quien se refleje o un capullo de rosa, y un mural con fotografías publicadas en Instagram llamada Instagram Cities y que pretende reflejar la vida nocturna de las ciudades.
La realidad virtual es, pues, motivo de explotación de los artistas del nuevo milenio que están deseosos de experimentar y plasmar esos avances tecnológicos en sus obras de arte.
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