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La inteligencia artificial (IA) es una herramienta creada por humanos que aún está rodeada por un cierto halo de misterio y desconfianza. Surgen muchas preguntas a su alrededor, como el nivel de seguridad o de la regulación que debería hacerse de su uso. Pero lo cierto es que ya está presente en diversos ámbitos y proporciona una rapidez de interpretación de datos que resulta muy ventajosa.

La IA ayuda a las personas gracias a su capacidad de procesar información, por ejemplo:

  • En las tareas de control de calidad que requieren de una gran velocidad de interpretación.
  • En los sistemas de predicción y detección temprana de errores que se basan en rápidas comparaciones.
  • En la optimización en tiempo real de espacios para reducir plazos de entrega y gastos de gestión.

Su integración es fiable y escalable cuando se realiza por profesionales expertos, como los de nuestra área AI Solution Factory. Entonces deja de ser un mito que los proyectos con esta tecnología sean complicados, de hecho es un servicio que puede ser utilizado por cualquiera, tenga o no conocimientos de programación.

De momento, la IA es tan inteligente como los humanos la ayuden a serlo porque necesita datos y entrenamiento para saber cómo interpretarlos. Todavía carece de suficiente empatía para equipararse a las personas, pero la sinfonía nº 10 de Beethoven es un ejemplo de la creatividad que puede llegar a desarrollar si se tiene en cuenta su capacidad predictiva.

El compositor alemán murió dejando solo unos fragmentos de lo que podía haber sido su décima sinfonía. Es, por tanto, una obra inacabada e imposible de saber cómo su creador la hubiese continuado y finalizado. Es un misterio que la IA sí puede resolver si se le proporcionan suficientes datos a partir de los que construir una biblioteca de referencias.

Las máquinas aún no pueden tener sentimientos o interpretarlos, ni tienen la necesidad de explicar cómo les afecta su entorno de la manera que hacen los humanos. Pero sí pueden entender patrones y leer plantillas, por lo que también pueden llenar huecos con nuevas creaciones a partir de lo que han aprendido.

Así es cómo la IA ha conseguido terminar la décima sinfonía de Beethoven: interpretando los bocetos existentes, decidiendo dónde incluirlos según la estructura habitual de una obra de este tipo y añadiendo nuevas melodías a la composición que imitan el estilo original del autor. El resultado es tan sorprendente que casi ni los expertos pueden saber dónde empieza y acaba la aportación del algoritmo.

¿Es una obra maestra comparable a la original, su creatividad puede ser como la de los humanos? Lo que es seguro es que son diferentes y una demostración de que podemos trabajar juntos para complementar nuestras inteligencias hasta niveles que todavía se están explorando.

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