La conservación del patrimonio histórico y artístico es una tarea que puede pasar desapercibida para los ajenos a ese sector. Es fácil dar por sentado que monumentos que llevan siglos formando parte del paisaje vayan a seguir estando ahí otros tantos siglos más, como si de una cuestión de simple inercia se tratara. Sin embargo, el trabajo de arqueólogos, arquitectos y conservadores es el responsable de que monumentos como la Alhambra de Granada, la Catedral de Santiago o la Mezquita de Córdoba hayan llegado hasta estos días. Pues hay buenas noticias para estos profesionales: a partir de ahora, el Internet de las Cosas (IoT) está de su lado.
Hace unos meses, se instalaron en la muralla de Ávila unos dispositivos de medida que, conectados a Internet, permiten monitorizar en tiempo real el estado de esta pieza de patrimonio. Sensores estructurales y de humedad, iluminación y temperatura, entre otros, proporcionarán datos que, interpretados correctamente, serán de incalculable valor para la toma de decisiones en lo relativo a las labores de conservación.
Se trata, explican los expertos, de desarrollar una conservación preventiva, en lugar de la conservación reparadora que se ha venido realizando, hasta el momento. De este modo, al actuar sobre el problema en sus fases iniciales, o, incluso, antes de que se produzca, se reducen considerablemente los riesgos para el monumento y los costes de las restauraciones.
Por supuesto, integrar las TIC en el patrimonio conlleva nuevos y particulares retos. Entre ellos, lograr que la instalación no afecte a la estructura original; que los dispositivos sean discretos, para no distorsionar el aspecto del monumento; y que el sistema de comunicación esté siempre funcionando, para que la información transmitida sea veraz y fiable. Aun así, cada euro invertido en estos sistemas merece la pena porque reportará beneficios, en forma de ahorros en futuras inversiones.
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