La digitalización es un paso imprescindible para aumentar la sostenibilidad de una empresa (reducimos papel y desplazamientos, entre otros responsables de la emisión de CO2), pero hace ya mucho tiempo que se habla de que la nube no es un éter de neutralidad cero. La nube existe gracias a grandes centros de datos y estos necesitan energía para funcionar. De hecho, se estima que en 2023 suponen el 3% del consumo de electricidad global. Pensar en su huella de carbono y en cómo reducirla es ya imprescindible.
Son cada vez más empresas las que ya hacen un seguimiento del impacto medioambiental que tienen sus infraestructuras. Así, según la Survey of Sustainability Reporting 2022 de KPMG, el 96% de las compañías más grandes (las compañías G250) ya miden e informan sobre su sostenibilidad. No todas incluyen en estas mediciones su infraestructura cloud, pero poco a poco tendrán que irlo haciendo. En algunos lugares, como Dublín o Singapur, en los que la concentración de centros de datos es muy alta, han prohibido el desarrollo de nuevos proyectos. El consumo de agua de los centros está también en el punto de mira.
¿Cuál es la solución? Trabajar en el desarrollo de centros de datos verdes, en los que se busca reducir al mínimo su impacto ambiental (y social). Además, es fundamental el establecimiento de unos estándares para medir de un modo uniforme y transparente las emisiones de CO2 de los servicios informáticos. La Comisión Europea ya está trabajando de una propuesta legislativa que fije esos parámetros ayude a medir de forma real lo que consume realmente cada infraestructura cloud.
Por otra parte, en 2021 se formó el Pacto por la neutralidad climática de los centros de datos, al que está adherido T-Systems, que desde ese mismo año obtiene la electricidad para los centros datos exclusivamente de energías renovables. Las empresas pertenecientes al pacto, proveedores de infraestructuras cloud y operadores de datos europeos, tienen como objetivo trabajar hacia un 2030 en el que las instalaciones de datos sean neutras en emisiones de dióxido de carbono.
Cualquier empresa que quiera reducir su huella de carbono debe por lo tanto echarle un vistazo a toda su parte digital también: ¿quién es su proveedor cloud, quién su operador? ¿qué hacen estas grandes empresas con respecto a su sostenibilidad? ¿de dónde sale la energía de esos centros de datos que nos proporcionan esa nube en la que operamos? ¿realizan también acciones destinadas a compensar su huella de carbono?
La lucha contra el cambio climático es cosa de todos y sus beneficios van más allá de la sostenibilidad medioambiental. Elegir siempre el camino sostenible no solo garantiza la existencia futura de la empresa y no tener que enfrentarse a multas, sino que también es algo cada vez más solicitado por los clientes. Esos clientes que saben que reducir su huella de carbono pasa no solo por dar el salto a la nube o reducir su impacto directo, sino también por sus decisiones de consumo.
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