La ciencia ficción ha imaginado habitualmente un futuro en el que, de una manera más o menos científica, los seres humanos dispondremos de vehículos voladores domésticos. Desde series de dibujos como los JetSons, a películas icónicas recientes como «El Quinto Elemento», «Blade Runner» o «Regreso al futuro II», los diseños de estos vehículos son de multitud de formas. En cualquier caso, las nuevas tecnologías nos acercan cada día más a lo que era un mero supuesto futuro para el cine y la televisión. ¿Podemos pensar en que tendremos coches voladores en los próximos años y al alcance de la mano de cualquier ciudadano?
Aeromobil comenzó con este sueño hace 25 años. El primer modelo (Aeromobil 1.0), distaba mucho de la actual versión 3.0 presentada este mismo año. Un vehículo híbrido que se transforma de coche a avión en pocos minutos. Todos estos años de investigación y desarrollo han dado lugar a un coche volador que puede circular a unos 160 km/h por tierra, llegando hasta los 200 km/h en el aire, una vez desplegadas sus alas. Todo esto contando con una no muy extensa autonomía de unas cuatro horas. Por tanto, el Aeromobil 3.0 podría llegar de Madrid a Cádiz en apenas dos horas y sin repostar.
Desde luego que no está pensado para cualquier bolsillo: su precio de salida es de 115.000 euros. Sumado a todas las complicaciones que puede entrañar en cuanto a permisos, regulación, etc., el Aeromobil 3.0 no es un vehículo que vayamos a encontrar pronto surcando nuestros cielos.
A su vez, la compañía norteamericana Terrafugia es otro de los protagonistas de esta carrera de la startups por engendrar el nuevo modelo de vehículo. Sin embargo, el Terrafugia TF-X no deja de ser un prototipo. También con alas desplegables, propone numerosas variantes al modelo de Aeromobil: autonomía superior a los 800 km/h, despegue vertical (muy útil si trata de conquistar el mercado doméstico) y con modo «modo autónomo», es decir, con «piloto automático».
¿Por qué todavía no tenemos vehículos voladores?
En primer lugar, este mercado es híbrido generalmente. El caso de Terrafugia es algo diferente pero en esencia lo mismo. La financiación de estos proyectos muchas veces queda en el tintero y lo que podría ser queda como simples conceptos revolucionarios de unos pocos visionarios.
El hecho de que sean vehículos híbridos plantea muchas dudas, en gran parte también hacia esos inversores que no llegan a materializar los contratos. Tampoco resulta muy atractivo para el bolsillo del ciudadano de a pie, que tiene que pagar elevadas sumas de dinero para un mercado todavía por definir. Eso sin contar con la falta de adaptación de estos vehículos a nuestra coyuntura actual (¿cómo gestionar el despegue y aterrizaje en una ciudad como Madrid?).
En definitiva, como ocurre con la tecnología de los drones, está pendiente establecer el marco legal que permita que estos híbridos de avión y coche surquen los cielos de nuestras ciudades. El futuro puede que guarde un lugar especial para estos vehículos, pero su popularización está todavía lejos.
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