La aparición del automóvil provocó cambios en el urbanismo a principios del siglo XX. Cuantos más coches había en las ciudades, más necesidades se creaban y más impacto tenían en la manera de plantear las ciudades. Aunque solo por la necesidad imperiosa de disponer de espacio de aparcamiento en los centros urbanos, el coche lo cambia todo. Más de cien años después, el coche autónomo está a punto de aparecer en nuestras vidas y, de nuevo, tendrá un impacto importante en el nuevo urbanismo del siglo XXI.
Es difícil predecir qué cambios serán los más impactantes en las ciudades del futuro a medio plazo. Durante este siglo XXI, si todo sigue la tendencia actual, los coches autónomos ganarán cuota de mercado progresivamente a costa del coche tradicional. Incluso deberíamos tener en cuenta los coches a medio camino de ser completamente autónomos, los coches que pueden tener «modo manual». Pero si es complicado predecir cómo serán las ciudades con el 100% de los coches sin conductor, introducir más variables solo empeora las cosas.
Así cambiarán las ciudades los coches autónomos: primer paso, menos aparcamientos Share on XPor eso nos quedamos con el impacto en las ciudades y el urbanismo que tendrán los coches completamente automatizados. Un primer impacto importante es que harán falta muchos menos vehículos en los centros de las ciudades (y hablamos de ciudades grandes) si los ciudadanos compartiesen trayectos, por un lado, y por la propia naturaleza del coche autónomo por otro. Además, tendríamos muchos menos atascos. Carlo Ratti, director del MIT Senseable City Lab, lo resume en pocas palabras:
El vehículo autónomo provocará una revolución que dejará huella. Lo interesante es que el coche que te lleve al trabajo, en vez de quedarse aparcado, luego seguirá transportando a otra gente por la ciudad. Se creará un sistema híbrido en el que el transporte público y privado cooperarán.
Es lo interesante: frente al 95% del tiempo que un vehículo tradicional permanece detenido, aparcado, esperando a ser utilizado, los coches autónomos pueden estar en movimiento ese mismo porcentaje de tiempo. Solo pararían a repostar o recargar baterías, para seguir las rutinas de mantenimiento y en momentos de actividad nula como las noches. Se estima que algunas grandes ciudades pueden necesitar una quinta parte del parque automovilístico que soportan hoy.
La primera consecuencia de esto es que se necesitaría mucho menos espacio de aparcamiento en las calles, menos parkings y, por tanto, se liberaría espacio para otros fines, la mayoría beneficiando al peatón y los ciudadanos en general. Menos coches significa menos ruido, menos estrés, una menor necesidad de disponer de calles para la circulación de vehículos y un aumento de las zonas peatonales. El tiempo de tránsito es otra cosa, porque no depende tanto del propio vehículo como de la demanda puntual. Según Ratti:
El problema del transporte no tiene que ver con la capacidad, que suele estar ahí, sino con cómo afrontar los picos de demanda. La tecnología nos permite ser más flexibles.
Una transformación radical del espacio urbano es inviable a corto plazo, pero si nos vamos a largo plazo, los cambios progresivos transformarán las grandes ciudades en espacios más amables con los peatones, más agradables para vivir, y veremos cómo los coches autónomos (y, posiblemente, eléctricos o híbridos en su mayoría) viajarán incansablemente transportando personas a sus destinos.
En las ciudades pequeñas, el cambio no será tan radical, al menos en una primera fase, debido a que cuanta mayor densidad de población, más eficiente será compartir trayectos. Pero, sin duda, los coches y vehículos autónomos (nos referimos, por ejemplo, a los autobuses) cambiarán también el panorama en las ciudades aledañas o los núcleos de población pequeños.
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