La obsolescencia programada es una de las grandes polémicas relativas al modelo industrial moderno y al consumo de tecnología. Fabricantes de electrodomésticos, teléfonos, ordenadores y otros aparatos electrónicos, muy especialmente aquellos que participan de la revolución de la digitalizacion, son habitualmente acusados de fabricar productos con una fecha de vencimiento prefijada deliberadamente. De esta forma, supuestamente, se pretende estimular a los usuarios a sustituir estos productos y a seguir comprando periódicamente.
De hecho, la obsolescencia programada es uno de los principales motivos por los que los españoles deciden cambiar de smartphone.
Esta práctica no siempre es negada u ocultada por los fabricantes, sino que en ocasiones incluso es defendida como única manera de garantizar la sostenibilidad de ciertas industrias y empresas. Sin una base permanente de consumidores, no podrían manufacturar sus productos en grandes cantidades y a precios asequibles, aseguran.
Sin embargo, la obsolescencia programada ocasiona numerosos perjuicios que van más allá de las quejas de unos consumidores que puedan sentirse estafados cuando se les vende un producto diseñado para dejar de ser funcional a partir de cierto momento. Dichos perjuicios afectan al medio ambiente y a ámbitos sociales alejados de los países consumidores.
¿Qué perjuicios provoca la obsolescencia programada?
La generalización de una vida corta a una gran extensión de útiles tecnológicos implica la necesidad de fabricar sustitutos en grandes cantidades. Por tanto, se multiplica el gasto en su producción de recursos naturales como materia prima. Algunos de estos recursos, como el coltán, además de ser escasos, ven su extracción rodeada de condiciones laborales de dudosa ética.
La obsolescencia programada provoca daños al #medioambiente y desigualdades sociales Share on XOtro de los grandes problemas asociados a la obsolescencia programada generalizada es un enorme volumen de productos tecnológicos que, acabada su vida útil, pasan a ser residuos difícilmente degradables. En ocasiones esta gran cantidad de basura se envía a países subdesarrollados que desempeñan la función de vertedero para las comodidades del primer mundo.
Por todo ello, la obsolescencia programada seguirá siendo un tema de debate. ¿Debemos ser capaces de fabricar productos que nunca dejen de funcionar? ¿Está dispuesto el sector a hacerlo? La polémica está servida.
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