Aunque la reducción en el consumo energético en la emisión de gases contaminantes asociados tiene más notoriedad en el parque automovilístico, también se están dirigiendo esfuerzos a mejorar la eficiencia energética de los edificios.
De hecho los edificios suponen una mayor parte del gasto energético, representando un 41% del total. En comparación el parque automovilístico representa un 28% del consumo —mientras que el restante, un 31% corresponde a la industria.
Según la compañía Siemens, reducir en un 1% el consumo energético de los edificios supone un ahorro anual de cerca de 500 millones de barriles de petróleo. Se espera que para el año 2030 la demanda mundial de electricidad aumente en dos tercios la cifra actual de casi 150.000 TWh, hasta superar los 190.000 TWh.
Por este motivo para el año 2020 la Unión Europea aspira a que los edificios de nueva construcción apliquen las técnicas y tecnologías ya existentes con las que lograr edificios de consumo casi nulo o muy bajo.
Edificios de consumo energético casi nulo
El concepto «edificios de consumo energético casi nulo» procede de la la Directiva 2010/31/UE y se refiere a construcciones «con un nivel de eficiencia energética muy alto», edificios capaces de cubrir sus demandas de energía «en muy amplia medida, por energía procedente de fuentes renovables, incluida energía procedente de fuentes renovables producida in situ o en el entorno».
Es decir, que los edificios no serán meros consumidores de energía generada de forma centralizada —de la red eléctrica o de gas, por ejemplo— sino que participarán en la producción energética y en su gestión, formando una parte esencial en las redes eléctricas inteligentes.
La producción de energía in situ puede proceder de distintas fuentes, como el aprovechamiento de la energía geotérmica, por ejemplo para calefacción o para calentar agua y disponer en el edificio de fuentes de energías de origen renovable como la solar, mediante paneles fotovoltaicos, y eólica.
La gestión inteligente de ese relación entre consumo y producción, pudiendo almacenar y suministrar energía a la red, es la que determinará el nivel de consumo y es lo que puede llevar a que un edificio tenga un consumo nulo o casi nulo, dependiendo de su capacidad para producir energía.
Otro factor determinante que contribuye al balance de consumo se refiere a la gestión inteligente y a la reducción en el consumo. Por ejemplo, utilizar bombillas eficientes y gestionar de forma óptima el consumo de electricidad dedicada a la iluminación puede ahorrar hasta un 82% de energía.
Aplicando un principio similar a la refrigeración y a la calefacción puede suponer entre un 40 y un 50% de ahorro energético, ahorro que puede ser notablemente superior dependiendo de las características térmicas del edificio, como su capacidad térmica y aislamiento.
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