La tecnología tiene (o debería tener) como razón de ser mejorar la vida de las personas, y una de las mejores aplicaciones de la tecnología es la de aumentar o mejorar las capacidades humanas. En este sentido, la robótica tiene mucho que decir y así lo demuestran los recientes desarrollos, como el proyecto de Ford en su fábrica valenciana de Almussafes en el que 100 operarios trabajan enfundados en exoesqueletos que les permiten trabajar con menos desgaste físico y mental.
Un exoesqueleto es “el esqueleto externo continuo que recubre, protege y soporta el cuerpo de un animal, hongo o protista” [Wikipedia] y, en el caso que nos ocupa, es más correcto hablar de exoesqueleto mecánico. Pero cumple las mismas funciones: recubre, protege y soporta el cuerpo de la persona que lo porta, y eso le permite realizar actividades que, sin ese añadido, sería incapaz de realizar sin un importante riesgo de lesión.
Por ejemplo, con estos exoesqueletos ligeros es posible dotar de movilidad a personas que no la tienen, o que tienen limitaciones. Por añadidura, un dispositivo similar podría servir para potenciar las capacidades de una persona para recorrer distancias enormes sin descanso. Las aplicaciones son casi infinitas.
Robótica y brazos extra para aprender habilidades o recuperarse de lesiones
Un equipo de la Keio University, liderado por el profesor asistente Yamen Saraiji, junto con la Universidad de Tokyo, ha desarrollado un par de brazos robóticos que la persona se “implanta” colocando una mochila a su espalda, y que disponen además de telepresencia. Esto significa que otra persona, situada en un lugar remoto, puede conectarse al sistema de brazos y tomar el control.
La mochila robótica se llama “Fusion” y cuenta con enormes posibilidades. No solo parece realmente divertido, sino que tiene aplicaciones enormes que pueden salvar vidas, o hacer el día a día más fácil. La clave está en la telepresencia, la cámara doble que podemos observar en la parte superior izquierda de la mochila, en el siguiente vídeo.
Gracias a esta cámara, un operador puede controlar los brazos robóticos de manera independiente a la persona que los lleva y realizar alguna operación. Además, es posible sujetar las muñecas de quien lleva la mochila robótica mediante cintas para enseñarle movimientos a distancia. Esta es una de las potenciales aplicaciones estrella: servir como ayuda para la rehabilitación tras sufrir lesiones en los brazos.
Por supuesto, con el debido nivel de precisión y acabado (de momento, Fusion es un prototipo de laboratorio) se abren las puertas a aplicaciones más complejas. Por ejemplo, es factible emplear un sistema de brazos controlados para hacer desde una reparación en un electrodoméstico (que ejecutaría un técnico especializado “a través” de nuestro cuerpo), hasta una operación quirúrgica. También serviría para asistir en sus tareas a un astronauta, o ayudar a un paramédico a ejecutar algún procedimiento que desconoce.
El cabezal de los brazos tiene dos cámaras que muestran al operador remoto, en realidad virtual, una transmisión en vivo de todo lo que el usuario de la mochila está viendo. Cuando el operador mueve su cabeza, ese movimiento se transmite al sistema robótico y la “cabeza robot” se mueva en respuesta (puede girar a la izquierda o a la derecha, inclinarse hacia arriba y hacia abajo, y pivotar de un lado a otro). De esta manera, el operador remoto tendrá la mejor vista posible de lo que lleva “entre manos”.
El equipo que desarrolla Fusion está tratando de convertir este prototipo en un producto final, y aunque está lejos el momento en que podamos adquirir un sistema de brazos robóticos para uso doméstico, es posible que sus aplicaciones más rentables hoy estén en algún nicho de mercado muy específico, en el terreno de la eHealth o en alguna industria en particular.
Deja tu comentario sobre "Exoesqueletos y miembros adicionales: así nos “aumenta” la robótica"