Cuando hablamos de automatización tendemos a pensar en escenarios en los que los robots toman el control de un proceso completo. Sin embargo, la realidad es bien diferente, y hasta la más pequeña automatización resulta ser un proceso largo y complejo. Un ejemplo que nos puede resultar muy revelador es el de la granja automatizada de la empresa Iron Ox, fundada en 2015 con el objetivo de hacer más sencilla la tarea de cultivar alimentos.

Tras años de trabajo, pueden decir que ofrecen la primera granja automatizada del mundo. El matiz es que los seres humanos siguen siendo necesarios en algunas partes del proceso, en concreto en los que se refiere a las fases de plantación de los semilleros, y en la de recogida y empacado de los productos. ¿Por qué? Porque los robots todavía no pueden hacer dichas tareas con la misma eficacia que los humanos.

No obstante, la actividad general de la plantación sí está automatizada. Se trata de una plantación de un total de menos de 1 hectárea en la que se pueden cultivar cada año unas 26.000 lechugas, hojas verdes y hierbas en cubas hidropónicas. Para los creadores de esta granja, el logro es inmenso por una razón muy sencilla: no es lo mismo hacer un día un vídeo con robots trabajando, que tenerlos un año trabajando sin descanso. Y esto abre un debate muy interesante.

La primera granja automatizada operada por #robots puede cultivar al año unas 26.000 lechugas y hierbas en cubas hidropónicas Share on X

Como sugeríamos al principio, la idea de la automatización es muy diferente en la cultura popular y en la realidad diaria. El salto entre una sesión “demo” y, en este caso, una granja hidropónica en la que las tareas diarias las lleven robots de manera autónoma es enorme. Lo veremos ahora mismo al describir las tareas diarias y los retos que afrontó el equipo de desarrolladores.

Este sistema hidropónico tiene una serie de ventajas, entre otras que es posible hacer crecer más plantas por unidad de superficie en comparación con una plantación tradicional, que consume mucha menos agua y que ocupa mucho menos espacio. Por el contrario, requiere más mano de obra que una plantación tradicional porque las plantas han de ser transferidas entre las diferentes cubas dependiendo de las diferentes fases de crecimiento. Es una tarea tediosa, pero simple: automatizable.

La mano de obra de esta granja está formada por un robot de unos 500 kilos (llamado Angus) que se encarga de mover los palés de plantas por el almacén en donde están situados; el otro “trabajador” es un brazo robótico encargado de mover cada planta individual entre las diferentes cubas. Ambos están controlados por “el Cerebro”, el sistema de control central. Su principal cometido es monitorizar el crecimiento de las plantas y regular los nutrientes y gases necesarios para el crecimiento óptimo.

Pero ¿qué problemas han tenido que enfrentar los desarrolladores para afirmar que han necesitado años de trabajo para llegar hasta aquí? En primer lugar, el problema de la iluminación. En un principio pensaron en utilizar LEDs, pero el coste de la factura de la luz se hacía prohibitivo. En segundo lugar, uno de los problemas más difíciles de resolver fue conseguir que el brazo robótico manipulase cada planta de manera que no lastimase ninguna otra. Esto implicó desarrollar un sistema para la detección de hojas muy refinado.

Otro reto importante fue conseguir la velocidad de movimiento de Angus exacta para no derramar sustrato al mover los palés de un lugar a otro del almacén. Como vemos, si bien la tarea de diseñar un brazo robótico para mover una planta individual entre dos puntos parece sencilla, lidiar con plantaciones completas que tienen plantas de diferentes tamaños, frondosidad, etcétera, se complica de manera exponencial. Se puede decir que esta primera granja automatizada es un enorme logro de cara a un futuro en el que poder cultivar más cantidad de productos, con menores costes globales.

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