La idea de que la inteligencia artificial va a revolucionar la economía no es nueva, pero el paso de los años ha demostrado que las proyecciones que las firmas de análisis lanzaban hace una década tenían razón. Las empresas deben ser capaces de seguir el ritmo de esta gran transformación digital. El dato es valioso y para las compañías la IA solventa problemas, crea oportunidades y potencia negocios.
En 2018, el McKinsey Global Institute adelantaba que el potencial de la contribución de la IA a la economía era «amplio» y que podría sumar a la economía global una actividad extra de 13 billones de dólares para 2030. Hace unas semanas, un estudio de Gartner confirmaba que para los CEOs y los altos directivos la IA era la tecnología que consideraban que tendrá un impacto más significativo en un futuro tan cercano como los próximos tres años. Es decir, es aquello que va a cambiar profundamente las reglas del juego y apuntalar el crecimiento.
Incluso, puede ayudar a captar y retener talento. Como apunta un análisis del Foro Económico Mundial, la IA podría liberar a los empleados de las tareas más rutinarias y menos creativas y dejar que se centren en aquello que realmente les motiva. Esto, señalan, supondrá una transformación en cómo se trabaja.
Por eso, las compañías no pueden quedarse a la espera. Deben comprender el valor de la IA, qué impacto tendrá en su negocio y, también, cómo pueden sumarse a esta revolución de un modo que resulte sostenible y respetuoso con todo lo que supone el uso de datos. Al fin y al cabo, la información es algo no solo valioso, sino también sensible y las empresas deben tenerlo muy en cuenta.
Los retos del desarrollo de la inteligencia artificial son las cuestiones como la privacidad o la ética, como recordaba Emma Galindo, Head of Advanced Analytics and AI de T-Systems en una mesa redonda en el AMETIC Artificial Intelligence Summit 2023, que se ha celebrado recientemente en Madrid. Quizás haya quien piense que la ética es una restricción, pero, insiste Galindo, permite en realidad «hacer lo mismo y hacerlo bien». «Por eso estoy feliz de estar en la Unión Europea», afirma la experta, ya que las normativas comunitarias son exigentes en términos de privacidad y uso de datos, blindando que se hagan las cosas lo mejor posible
IA federada
Galindo habla del potencial de la IA federada, que «se basa en no tener que hacer un modelo como el que hemos visto: centralizando todos los datos en una base de datos». En este nuevo modelo, se puede «resolver en cada nodo del espacio de datos» y, sobre todo, con ello se logra evitar algo que la IA tradicional sí tiene, y es que impide muchas veces resolver los problemas.
«La verdad es que son muchísimas las ventajas», apunta Emma Galindo. Teniendo presente que los datos implican «colaboración», pero también ese compromiso de hacer las cosas de la manera más ética posible. Es ahí donde entra en juego la IA federada. Al mismo tiempo, se suman las ventajas de la inteligencia artificial que, como señala Galindo, abre oportunidades para nuevos negocios y productos o que ayuda a resolver los grandes problemas de nuestro tiempo (como, por ejemplo, cómo reducir las emisiones y ser más verdes).
¿Quiénes se pueden beneficiar de su potencial? ¿Qué sectores le sacarán el mayor partido? «Son prácticamente todos», asegura la experta, «todos los que para resolver los problemas necesiten compartir datos de una forma soberana y segura».
Funciona, incluso, para aquellos más susceptibles, como el sanitario. En el mundo de la salud, compartir datos es una «prioridad», como enseñó la pandemia, pero su información se compone de «datos muy sensibles» que hacen que la ética sea todavía más importante.
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