Este año no hay ninguna duda: la tecnología que ha marcado los últimos meses ha sido la inteligencia artificial (IA). Su alcance ha sido transversal; mientras expertos debatían y analizaban lo que significaba cada avance, los usuarios de a pie experimentaban con ChatGPT y otras aplicaciones. Pronto llegó al debate generalista también un tema del que se lleva hablando años en los circuitos especializados: la IA tiene también sus peligros (un ejemplo claro son las imágenes falsas que se difunden como verdaderas) y es esencial un uso responsable.
Mientras las autoridades se rompen la cabeza intentando regular algo que cambia de forma espectacular mes a mes, las empresas se afanan en introducir la IA en sus operaciones, sabiendo que bien usada puede aligerar su carga de trabajo y permitirles una mayor agilidad y eficacia en su negocio. La responsabilidad de ese uso no suele ser algo a lo que presten mucha atención las empresas que se han lanzado a aprovechar las ventajas de la IA.
Como explica Stephan de Haas, director de Cocreación y Consultoría de Clientes, T-Systems International GmbH, en un artículo publicado en la web de T-Systems, «la IA debe estar al servicio de nuestro bien, como personas, y del planeta». ¿Cómo tendrá éxito la transformación hacia una empresa responsable impulsada por la IA?, plantea. El asunto es importante y requiere pararse a pensar antes de subirse al carro de la IA sin una reflexión previa: ¿de dónde sale toda esa inteligencia y cuáles son sus consecuencias? Ha habido acusaciones de plagio; es bien sabido que cada respuesta de ChatGPT debe ser analizada con lupa porque muchas veces afirma cosas que no son ciertas; utilizada para la selección de personal, cae en sesgos discriminatorios. Más grave aún: algunos proveedores de IA la entrenan con trabajadores explotados, a menudo menores, que trabajan en países como Pakistán.
En el mismo artículo, Haas da las cinco claves de la IA responsable (que, al incluir el clima, va más allá de la simple ética):
- Entrenamos la IA de forma responsable y tenemos en cuenta las normas éticas.
- Entendemos la IA como una extensión de las capacidades humanas. Los expertos en IA lo llaman incremento.
- Reducimos los riesgos haciendo que las personas comprueben y controlen los resultados de la IA.
- No equiparamos responsabilidad con ética; solo hablamos de “IA responsable” cuando esta, además, preserva los recursos naturales y el clima. Por tanto, debemos reducir su huella ecológica.
- Formamos a los empleados en el manejo de la IA y nos tomamos en serio sus temores».
Optar por una IA responsable es más lento y menos directo que empezar a usar la tecnología sin plantearse ningún dilema extra, pero es la única estrategia que tiene sentido a largo plazo. Cualquier empresa que se preocupe por el impacto que tiene su actividad en la sociedad y en el planeta, que quiera contribuir a un mundo mejor, debe fijarse también en cómo utiliza la tecnología. La IA es una revolución. De nosotros depende que su impacto sea sobre todo positivo.
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