La vida actual no sería posible sin los datos. Más allá de las implicaciones negativas en las que todo el mundo piensa cuando se pone a reflexionar sobre lo que sabe nuestro móvil de nosotros y, por lo tanto, lo que saben las grandes empresas tecnológicas, lo cierto es que las ventajas de toda esa información recopilada —ya saliendo de la personal y entrando, por ejemplo, en la empresarial o la institucional— pesan mucho más en la balanza. Sin embargo, esos datos en muchos casos forman parte todavía de silos, lo que limita las posibilidades de acción. Para acabar con esos silos, cada vez se habla más de los espacios de datos federados.
Según la definición de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), un espacio de datos es «una infraestructura federada y abierta para permitir el acceso soberano de datos, basada en una gobernanza, políticas, reglas y estándares que definen un marco de confianza para todos los intervinientes». En ese mismo documento, la AEPD explica que «las iniciativas de Espacios de Datos europeas y nacionales plantean modelos de tratamientos de gran complejidad organizativa y tecnológica, así como de una gran escala en el número de sujetos afectados, en la diversidad de categorías de datos tratados, en los estamentos sociales involucrados, en la amplitud geográfica, en los periodos de conservación, en el número de intervinientes y otros». Aclara también que no son iniciativas que supongan una reducción de los derechos y libertades de la ciudadanía, sino que abren un gran horizonte de posibilidades.
En su intervención en el Ametic AI Summit 2023, celebrado en abril de este año, Emma Galindo, responsable de Analítica Avanzada e Inteligencia Artificial en T-Systems Iberia, desgranó algunas de las ventajas y retos que suponen los espacios de datos federados. La principal, de la que surgen el resto, es que desaparecen los silos y «todo implica colaboración», lo que supone también una serie de nuevos retos. Entre las ventajas o posibilidades nuevas que se abren, está la resolución de muchos problemas: cómo reducir las emisiones, cómo optimizar transportes, cómo gastar menos en algoritmos («no hay menor gasto que el dato que no se mueve»), etc.
Después, por supuesto, están las nuevas oportunidades que abre el uso de espacios de datos: al facilitar la colaboración entre empresas, aparece la posibilidad de crear nuevos productos que hasta entonces no era posible (o era muy difícil) desarrollar.
El reto principal es el que aparece siempre como prioritario cuando se habla de datos: el de cómo garantizar su privacidad y cómo llegar a sacarles el máximo partido sin dejar de ser éticos. Esto, apunta Galindo, es también una oportunidad: obliga a crear nuevos y mejores algoritmos y, en definitiva, a hacer las cosas bien desde el principio.
Compartir datos entre empresas no es nada nuevo, pero los espacios de datos, al automatizar el uso compartido de los datos, agilizan el proceso y lo hacen más seguro, además de permitir a los proveedores vincular directrices predefinidas a las transacciones de datos para garantizar así la soberanía del proveedor. Una revolución que T-Systems Iberia no se quiere perder.
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