Hoy en día, prácticamente todo está conectado a Internet: en el trabajo, en el coche, en casa, etc. Las smart cities comienzan a ser un realidad gracias a la red que se ha creado con los dispositivos IoT. Todos estos cambios son algo positivo para la sociedad pero entablan a su vez un enorme riesgo que las personas no deben olvidar: la ciberseguridad.
El riesgo de las smart cities
Los peligros pasan de ser algo personal a adquirir una dimensión mayor cuando se habla de las smart cities o ciudades inteligentes. Según crecen este tipo de proyectos el riesgo potencial de sufrir un ataque se multiplica.
Las ciudades inteligentes están expuestas a multitud de amenazas: el hackeo de sensores que causaría problemas con las señales de regulación del tráfico; cámaras de vigilancia y todo tipo de pantallas señalizadoras; colapsos en la red inteligente (Smart Grid) que podrían dejar a la ciudad sin red eléctrica o sin agua potable; fallas en la privacidad, pudiendo así obtener cualquier dato de los habitantes (como números de cuentas bancarias) o causar fraudes a una gran escala, etc.
Algunos ejemplos de ataques reales perpetrados son:
- El virus Conficker fue detectado en 2008 y para abril de 2009 ya habría contagiado a más de 12 millones de computadoras dañando los sistemas del Parlamento de Reino Unido y los buques de su armada.
- En 2009, los trabajadores de una empresa eléctrica en Puerto Rico consiguieron realizar un fraude de más de 400 millones de dólares al entrar de forma ilegal en los dispositivos y modificar las lecturas que se dirigían a la compañía.
- Anonymous organizó en 2010 una serie de ataques DDoS a organizaciones y compañías que se negaban a la actividad de Wikileaks, en particular, Visa, PayPal y MasterСard.
Las soluciones a las ciberamenazas en las smart cities
Se plantean algunas posibles medidas para blindarse ante las ciberamenazas en las ciudades inteligentes: sistemas de telegestión para el alumbrado público que monitoricen y controlen el consumo; arranque de asociaciones entre ciudades, proveedores y la comunidad de seguridad; sistemas de monitorización del consumo energético y otros parámetros ambientales en edificios y entornos industriales; creación de reglas y recursos que puedan ayudar a mejorar la seguridad, etc.
Pero la principal manera de protegerse de estos posibles riesgos es concienciar a los ciudadanos del peligro real que puede suponer vivir en estas ciudades, pues no hay una sensación de riesgo porque estos ataques todavía no son habituales.
Cuanto mayor sea el apoyo hacia esta causa, más proyectos y medidas se tomarán en las smart cities para evitar que sus infraestructuras y sistemas informáticos sean atacados.
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