La transformación digital está cambiándolo todo: las empresas están ajustando sus procesos y sus herramientas para mejorar sus resultados a través de la tecnología. La llamada industria 4.0 ha abierto nuevas oportunidades y afianzado nuevas fortalezas. Lo ha hecho en todas las áreas del trabajo, también en la fabricación industrial.
¿Pueden las fábricas cambiar gracias a la tecnología y mejorar sus procesos?
Lo cierto es que sí, que la digitalización también logra llevar sus beneficios a ese entorno. De hecho, ahí es donde entra en juego el llamado smart manufacturing.
Se podría decir, como explican en un artículo en Computing, que el smart manufacturing es la fabricación inteligente, una traducción literal del término importado desde el inglés.
En resumidas cuentas, implica la digitalización de los procesos y las herramientas industriales, que se convierten en palancas para una mejora de los resultados. Las fábricas se convierten en espacios conectados e inteligentes, fuentes constantes de datos.
En este cambio, el internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) es decisivo. Las diferentes herramientas y máquinas están conectadas a la red, lo que permite no solo su gestión sino también la cosecha de datos en tiempo real de lo que está ocurriendo. Para ello, las conexiones 5G son fundamentales, porque aseguran la rapidez necesaria para que esa conectividad responda a los retos de una operativa tan compleja.
Los datos se convierten a su vez en una fuente crucial para ir más allá de una simple automatización de los procesos. La inteligencia artificial dota a estas fábricas smart de la capacidad de adelantarse a los problemas o comprender mejor los puntos fuertes —y los débiles— de la operativa.
En todo ello, es igualmente decisivo el cloud. Para estas factorías, los data lakehouse —que no solo almacenan datos, sino que permiten extraer más valor gracias a un minado muy rápido y un flujo de datos sólido— son fundamentales.
La importancia del smart manufacturing
La digitalización de las fábricas y sus procesos no es un capricho, sino una decisión de negocio crucial. Con ella, se gana en eficiencia y productividad. Las compañías se convierten en más innovadoras y, a la par, en más competitivas. Tener un constante flujo de datos permite, por ejemplo, diseñar mejores productos; porque se comprende qué es lo que se puede ofrecer, pero también qué desean los clientes.
Las fábricas inteligentes permiten reducir la necesidad de mano de obra —y aseguran la seguridad de quienes trabajan en ellas—, ser más eficientes o trabajar de un modo más flexible. Hasta pueden ayudar a reducir la necesidad de uso de ciertos recursos, como la energía o el agua, al permitir comprender mejor los flujos de fabricación e identificar los puntos negros en los que se registran más pérdidas.
Ayuda a cuadrar el círculo: uno de los grandes retos de las factorías del siglo XXI es seguir siendo competitivas, eficientes en un entorno más exigente, sostenibles y rentables. Una smart factory lo logra gracias a la convergencia de una serie de soluciones.
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