El concepto de «ciudad resiliente» se refiere a la capacidad de una ciudad o núcleo urbano para soportar o para recuperarse de un suceso o de un incidente adverso de origen natural, como un terremoto, o provocado, caso de un acto terrorista.
De forma esencial una ciudad resiliente estará preparada para continuar siendo habitable y ofrecer servicios esenciales de información, asistencia sanitaria, rescate o emergencias, manteniendo operativos sus sistemas de suministro de energía y comunicaciones, infraestructuras de agua potable y alcantarillado, comunicaciones y transportes entre otros sistemas recogidos en la página Creating Resilient Cities de Siemens.
Además de ser capaces de ofrecer a sus habitantes “la mejor calidad de vida posible según las circunstancias”, desde un punto de vista económico una ciudad resiliente preservará su capacidad, mecanismos de financiación y actividad económica, «resultando atractiva para los inversores por su capacidad para generar ingresos y rendimientos de capital a largo plazo”, según se explica en Resilient Cities Research Report, un estudio del grupo británico inversor Grosvenor que mide esta resistencia para medio centenar de ciudades en todo el mundo.
Uno de los factores utilizados para medir la resistencia de una ciudad se refiere a su flexibilidad o capacidad gubernamental, institucional o técnica y de infraestructuras que tiene una ciudad para adaptarse y preservar su valor comunitario y económico a lo largo del tiempo. También se tienen en cuenta su planes para la gestión de desastres y procedimientos en caso de emergencia.
Según este índice las ciudades menos vulnerables y más flexibles corresponden a ciudades de Canadá y EE UU. Ciudades europeas como Madrid, Múnich o París se sitúan en la parte intermedia de la tabla, mientras que en el tercio inferior se encuentran sobre todo ciudades de América del Sur como México DF o Río de Janeiro y asiáticas como Bombay, Daca o Jakarta, cuya flexibilidad y vulnerabilidad está condicionada sobre todo por sus grandes crecimientos de población.
El Toolkit for Resilient Cities —según el cual en los últimos doce años los desastres naturales han causado daños de 1,2 billones de euros en todo el mundo— analiza cómo las infraestructuras de las ciudades pueden prepararse ante amenazas meteorológicas, mejoras que tienen además beneficios ambientales, de eficiencia energética y de seguridad. Como ejemplo, en el caso de la ciudad de Nueva York una falta de suministro eléctrico, de llegar a suceder, tendría un coste de mil millones de dólares al día. Nueva York es la ciudad más flexible y una de las más resistentes en el índice de Grosvenor.
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