Saber cómo será la conducción de los coches autónomos es, hoy, un misterio. Sabemos cómo deberían circular este tipo de vehículos sin conductor, pero todavía es pronto para aventurar cualquier cosa que no sea considerar unos pocos vehículos automatizados en las carreteras.
Además de eso, nos queda todavía mucho tiempo para que los vehículos autónomos lleguen al máximo nivel de automatización. El estado del arte del coche autónomo es el que es, y han de pasar unos cuantos años antes de tener en las carreteras el problema de ordenar la circulación de miles y miles de vehículos sin conductor, pero eso no es impedimento para que se empiece a pensar en el problema.
La cuestión es pensar cómo se podrían coordinar miles de vehículos autónomos para fluir por las carreteras. Podemos pensar en enjambres de coches autónomos, en una serie de vehículos individuales que comparten un espacio finito, las carreteras, para desplazarse entre dos puntos. Existirán, como podemos imaginar, situaciones en las que ceder el paso, en las que hacer valer la preferencia, o en las que un vehículo deba adelantar a otro. ¿Cómo se gestionarán esas “peticiones” e interacciones?
Una de las propuestas más bonitas es la de copiar a los pájaros. Copiar las dinámicas en las bandadas de pájaros para poder coordinar la circulación de decenas o cientos de coches en un área determinada. Por ejemplo, en los accesos a una gran ciudad como Madrid o Barcelona.
Una manera de coordinar que miles de coches autónomos fluyan por las carreteras es copiar a las bandadas de pájaros Clic para tuitearEl investigador Damián Roca Marí ha combinado los conceptos de biología que explican cómo funciona una bandada de pájaros con la descomposición jerárquica para proponer un modelo que explique cómo organizar ese tráfico de coches autónomos (ojo, en su inmensa mayoría, pero teniendo en cuenta que todavía podría quedar algún que otro conductor humano).
Sus ideas también utilizan lo que se denomina fog computing, una forma de computación distribuida de proximidad en la que los datos están en dispositivos “en el filo de la red” (por ejemplo, wearables o dispositivos IoT cercanos físicamente a nosotros) y no en la nube. La analogía es clara si nos fijamos en las nubes y niebla reales: las primeras están muy lejos, las segundas nos envuelven y rodean.
El resultado, Hierarchical Emergent Behavior (HEB). Básicamente se adaptaron las principales reglas de funcionamiento de una bandada al sistema que determinará el comportamiento de los coches autónomos:
- Volar cerca de tus vecinos.
- No chocar con ningún miembro de la bandada.
- Copiar la dirección y velocidad de los pájaros más próximos.
Como vemos, se trata de un sistema que trabaja con la información de los pájaros en las inmediaciones. Es decir, el individuo se fija, nada más, en los individuos que le rodean, y no toma demasiadas decisiones. Tan solo tiene en cuenta el espacio “personal” (para no chocar), y reacciona a los movimientos y cambios de sus compañeros.
Lógicamente los coches necesitan más reglas. En una bandada de pájaros todos los miembros tienen el mismo destino; en la carretera no es así. Por ello ha de prevalecer una regla: alcanzar el destino deseado. Además, los coches no solo se van a considerar a nivel individual, sino que será necesario entender que, en determinadas circunstancias, varios coches comparten destino (aunque sea de manera transitoria) y han de ser considerados un grupo, o pelotón.
Adaptando las reglas básicas de la bandada de pájaros a la realidad futura de los coches autónomos, será posible conseguir una gestión del tráfico también autónoma, segura y fluida. Al final, siempre nos hemos de fijar en la naturaleza.
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