Las posibles aplicaciones de los coches autónomos son tan variadas que, probablemente, no podríamos identificar las todas hoy. De hecho, con el paso del tiempo, y una vez que el coche autónomo sea una realidad, aparecerán nuevas aplicaciones que ahora mismo no se contemplan.
Es algo natural en relación con la tecnología. Cuando algo nuevo o disruptivo llega al mercado, se generan nuevos empleos y aplicaciones que nadie había previsto hasta entonces. Con los coches inteligentes y automatizados sucederá lo mismo, ya que el concepto en sí implica un cambio fundamental acerca de cómo entenderemos la movilidad. Muy posiblemente, el concepto de propiedad dejará de asociarse a los vehículos.
Estaremos ante vehículos que serán utilizados bajo demanda de los usuarios, una suerte de gran red de car sharing aderezada con la Inteligencia Artificial y nuevos usos que surgirán porque, básicamente, los coches ya no serán tan solo vehículos.
Se empieza a asumir que la misión de los coches y demás vehículos autónomos no se va a restringir al transporte de personas, sino que dichas funciones se aumentarán y complementarán con la oferta de servicios en tránsito. Este tipo de servicios pueden ir desde un simple cine rodante hasta la consulta del médico.
Este punto, el de convertir al coche en un consultorio médico, supondría una gran ventaja para los miles de personas que acuden a la consulta menos de lo deseable porque siempre hay algo que hacer: o bien trabajar, o cuidar de los niños, o cualquier otra actividad que no podamos interrumpir fácilmente. A veces, es tan simple como que la hora que se nos asigna para una cita no es conveniente.
Con el coche autónomo, el médico puede acudir a nuestro encuentro, y nosotros aprovecharíamos el tiempo de viaje hasta el trabajo, por ejemplo, para realizar nuestras consultas, completar un chequeo o recibir un diagnóstico.
Esa es la idea que intenta concretar Artefact, una empresa que ha diseñado Aim, el primer coche autónomo médico. Según Matthew Jordan, director creativo ejecutivo de Artefact:
El objetivo es crear un entorno o un sistema donde se puedan producir resultados de salud más positivos. Más compromiso con los pacientes, tecnología con los médicos y transparencia desde un punto de vista de valor económico.
La Inteligencia Artificial será clave para que dispositivos como Aim conlleven una mejora en la atención médica. Pero no se queda todo en el coche, puesto que la visión de la sanidad en el futuro, apoyada por el IoT y la Inteligencia Artificial, pronostica un cuidado continuado. Partiendo de los wearables que podamos llevar, pasando por dispositivos inteligentes en casa y llegando a la idea de un coche autónomo plagado de sensores para pesarnos, examinarnos, o comprobar en segundos todo nuestro historial médico.
Por supuesto, los médicos humanos no se eliminarán de la ecuación. Simplemente, estos doctores recibirán los casos menos rutinarios, más complejos o los que necesiten de habilidades intrínsecamente humanas para llegar a un diagnóstico. En el futuro próximo, la mayor parte de las consultas rutinarias serán llevadas a cabo por robots (entendiéndose como algoritmos de machine learning combinados con sensores de todo tipo), que derivarán a los médicos humanos en los casos en los que se requiera.
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