La expresión «Internet de las cosas» (en siglas IoT) es patrimonio de un investigador de Massachussets de cuya preclara mente salió en 1999 la idea de un universo de objetos interconectados mediante microelementos de identificación que les permitiesen interrelacionarse de forma inteligente. El vertiginoso avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) permite vislumbrar que esa idea de cuasi ficción pueda consolidarse en el manejo de todo tipo de objetos.
Sin ir más lejos, actualmente, a nivel mundial más de dos dispositivos por habitante están conectados. Y las previsiones de la consultora Juniper Research para 2020 se elevan en cerca de un 300 %, incremento que se verá básicamente sustentado por la venta masiva al por menor, la agricultura, los edificios conectados y las aplicaciones de redes inteligentes, quedando todavía en segundo plano el desarrollo del Smart Home.
La progresiva implantación del IoT ha requerido el desarrollo de un nuevo protocolo IP para poder abarcar el aluvión de dispositivos que necesitan tener una identificación electrónica, de suerte que el protocolo Ipv6, que proporciona direcciones con una longitud de 128 bits (un total de 340 sextillones), va desplazando al tradicional Ipv4 que solo concebía 4.294.967.296 direcciones.
Las dimensiones del impacto del IoT pueden empequeñecer notablemente las de la propia era digital, dado que permite que la infiltración de los ordenadores en elementos de la vida real otorgue autonomía a estos últimos respecto de las personas.
Un revelador estudio de Alcatel-Lucent anticipa que en 2020 será asiduo que cualquier persona porte una multiplicidad de sensores incorporados mediante tecnología wearable en gafas, pulseras, billeteras, zapatos, relojes o prendas de vestir, sensores que recabarán ingentes datos sobre una enorme variedad de parámetros medibles o analizables que, tras su procesamiento en centrales de información, trabajarán para que dispositivos, electrodomésticos, vehículos, etc. se comuniquen entre ellos y la vida doméstica quede automatizada al máximo. Alcatel-Lucent entiende que el gran desafío de las TIC y la industria tecnológica es posibilitar una interconexión global sin restricciones.
Dando traslado de este escenario virtual a los fenómenos domésticos, las perspectivas pueden ilustrarse afirmando, por ejemplo, que gracias al IoT, un frigorífico será capaz de calcular las existencias que contiene de cada alimento y generar un pedido al proveedor que se le haya programado para ese artículo en concreto.
Si lo proyectamos sobre ámbitos como la seguridad o las empresas, la repercusión se antoja significativamente mayor. Podría pensarse en tal grado de automatización que es difícil calibrar su impacto económico, por la simplificación en puestos de trabajo, en un sentido negativo, y por el sustancioso ahorro de costes en el positivo.
Evidentemente, IoT es el siguiente eslabón de la cadena de la revolución tecnológica. Los primeros estándares están asentando las bases para que, en 2020, IoT se convierta en un elemento más de la vida cotidiana.
Foto | Mike
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