En este momento, los estándares a los que deben someterse las empresas son más exigentes que en décadas anteriores. En parte, esto se debe a que los propios consumidores tienen mucho más claro qué esperar de las corporaciones y qué estándares mínimos deben cumplir. Además, las normas y legislaciones son cada vez más claras, ponen límites más definidos y establecen patrones exactos de cómo deben actuar las compañías. Para alcanzar estas exigencias, ha emergido el reto del compliance.
El término compliance se ha importado del inglés y se ha integrado desde el mundo de las finanzas al corporativo en general. Es lo que engloba ese trabajo que las compañías deben hacer para estar a la altura: las políticas y las acciones que se realizan de forma interna para ello.
Alrededor del término —y su significado— se ha desarrollado toda una cultura corporativa, una que además está muy vinculada con los aspectos éticos dentro de la empresa. Una firma con una potente ética corporativa trabajará su compliance ya por defecto.
¿Cómo garantizar el compliance?
Sin embargo, las estadísticas apuntan que la cultura corporativa es parte, pero no el todo para lograrlo. Esto es, para garantizar el compliance no basta solo con abordar las cosas desde un punto de vista ético, sino que hay que establecer mecanismos claros y contar con herramientas que ayuden a hacerlo.
Así lo acaba de determinar un estudio de Gartner: trabajar para asentar una cultura corporativa ética tiene un impacto «limitado» cuando las cosas se vuelven complejas. Si se suma incertidumbre a la ecuación, los decision makers pierden paso. Eso supone un problema especialmente grave porque la incertidumbre es una de las tres razones fundamentales —junto con la racionalización de los errores y la malicia— que llevan a caer en la noncompliance.
El 87% de los encuestados por la consultora reconoce que en el último año se tuvo que enfrentar a situaciones qué no supo cómo resolver en términos de cumplimiento normativo. Un 77% racionalizó problemas (la consultora habla de racionalización cuando se reflexiona sobre una práctica de error para concluir que no está mal en un contexto concreto) y un 40% ha visto «situaciones de malicia» (básicamente, saber que no se está cumpliendo con la normativa, pero seguir adelante a pesar de todo).
«La cultura de compliance es una parte valiosa a la hora de mitigar las malas prácticas, pero no es la mejor vía para afrontar la situación más habitual que lleva al noncompliance entre los empleados, la incertidumbre», resume Chris Audet, jefe de investigación en Gartner.
Solucionar el problema: la garantía en compliance
Por ello, la cuestión debe abordarse de manera que va mucho más allá de la cultura corporativa. Según Gartner, la clave está en tener unos estándares de calidad. Diseñar políticas concretas, educar y formar al personal, contar con vías de comunicación y usar herramientas es más eficiente —ellos hablan de que tiene el doble de impacto que la cultura— a la hora de reducir la incertidumbre y hacer las cosas como deberían ser.
Así, las soluciones tecnológicas se pueden convertir en potentes aliadas para hacer bien las cosas. La tecnología ya ayuda a evitar caer en el ecopostureo, pero al hacerlo permite evitar acabar llegando de forma indirecta a un fallo en cumplimiento normativo. Soluciones como Syrah, que miden el cumplimiento de los ODS dentro de la actividad corporativa, ayudan a visualizar qué se está haciendo de forma real y alertan de los pasos en falso que se pueden estar dando.
Con todo, esto no quiere decir que no haya que trabajar la cultura ética dentro de la empresa. En realidad, crea un entorno propicio para entender la importancia de todas estas cuestiones y activarlas de forma mucho más holística.
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