Alguien afirmó que la innovación y el éxito de las startups eran potestad de Silicon Valley, pero las cifras refutan contundentemente ese aserto. España cuenta con uno de los ecosistemas para la empresa emprendedora de mayor calidad del planeta, como se desprende de los datos ofrecidos por la Comisión Europea, según los cuales más de un centenar de startups netamente españolas han aglutinado un capital superior a medio millón de euros durante el último trienio, es decir, en la plenitud de la crisis económica iniciada en 2008. Asimismo, los datos ofrecidos por Startupranking colocan a España en el quinto lugar del mundo en creación de nuevas empresas.
De hecho, España se ha postulado como un nicho de mercado muy goloso para los fondos de inversión internacionales, lo que ha provocado unos flujos de capital indispensables para apuntalar las startups nacionales, de lo que puede extraerse la conclusión de que se avecina un notable impulso de las mismas.
Este tipo de empresas, mayoritariamente tecnológicas, está viéndose favorecido por instrumentos financieros de variada índole, como préstamos de instituciones públicas, como el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial o Enisa, y fondos privados de capital riesgo, así como por la figura de las aceleradoras-incubadoras, generalmente patrocinadas y operadas por alguna empresa, entidad pública o universidad. Y, por otro lado, cabe señalar el papel de los denominados «business angels», versión actualizada de los antiguos mecenas.
No obstante, tal es el aluvión de creación de startups que los datos de Spain Startup revelan que solo el 10 % logran rebasar los tres años de vida, destacando entre los sectores que atesoran más fracasos el e-commerce, el gaming y el turismo.
El principal error del que debe huirse al crear una empresa de este género es impulsarse por mimetismo sobre negocios aparentemente análogos que triunfan en otro mercado, pues el perfil de cliente puede diferir en grado sumo. En esta línea, los expertos de Startupxplore manejan un código de conducta cuyo seguimiento es clave para que una startup evite convertirse en una fugaz decepción:
- Identificar los problemas reales de los clientes para ofrecer un producto o servicio singular y competitivo.
- Rodearse de un equipo de trabajo comprometido y equilibrado en aptitudes y conocimientos de sus integrantes.
- Controlar férreamente el presupuesto de gastos antes de apuntalar el negocio.
- Valorar la competencia y dominar en profundidad sus fortalezas y debilidades, pero siempre focalizando las acciones en los clientes como destinatarios de las mismas.
- Diseñar una buena estrategia de marketing online para que la marca sea conocida.
- Cuando el negocio da signos de encallamiento es momento de reciclar las perspectivas iniciales.
La sinergia entre las TIC y la capacidad de resolver conflictos cotidianos, sumada a la apertura de nuevos modelos de negocio, se ha convertido en el germen de brillantes proyectos impulsores de nuevas empresas.
Foto | Heisenberg Media
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