El Internet de las Cosas, IoT, ha llegado para mejorar la vida de las personas. Las casas están llenándose de todo tipo de dispositivos que generan información y la almacenan en la nube (cloud). Información a la que se accede gracias a la movilidad porque el smartphone se ha convertido en el centro desde el que se gestiona la smart home. No es ciencia ficción, es algo que ya forma parte de las vidas de los usuarios.
Al tener varios dispositivos conectados, cada casa se convierte en una fuente de datos que puede dar muchos detalles sobre la forma y nivel de vida de los habitantes y esa información puede ser un objetivo muy jugoso de hackers que quieran hacer negocio con ella. Una vez más la ciberseguridad tiene que actuar para preservar la privacidad de los usuarios.
Los riesgos del Internet de las Cosas
Con el IoT el usuario se obliga a ser consciente de qué riesgos le supone tener una casa conectada. A la vista de lo que le puede suponer contra su privacidad, cabe pensar que mejor dejar de lado la smart home, pero el progreso es imparable y en menos de un lustro será habitual gestionar muchas de las tareas domésticas a partir de la información almacenada en el cloud con el smartphone como herramienta.
Por tanto, el propio usuario será consciente de lo que puede poner en riesgo y será él mismo quien tome las medidas preventivas para que el Internet de las Cosas le haga la vida más fácil. No se trata de aislarse, sino de que la información que se genere, esté segura para que se pueda usar en beneficio propio.
Los proveedores TIC tienen ante sí un reto, trabajar por la seguridad de sus clientes, y que la movilidad no suponga un trauma, que lo almacenado en la nube no esté expuesto a ciberdelincuentes y ofrecer soluciones a los usuarios.
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