Con la irrupción del Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) y la interconexión digital de los objetos que se utilizan a diario con la red, muchas personas discapacitadas, con movilidad reducida, han visto cómo sus posibilidades de inserción al mercado laboral han crecido de manera significativa. Muchas compañías apuestan además por el teletrabajo, conectados a través de Internet, como una forma de reducir costes y contar con profesionales que, de otra manera, estarían lejos de poder incorporarse a sus plantillas.
La consultora norteamericana IDC señala que, en 2015, el 37,2% de la población mundial trabajará a distancia. Este crecimiento se debe a varios factores: la reducción de costes por parte de las empresas a la hora de mantener infraestructuras para muchos empleados, la eliminación de desplazamientos innecesarios y el mayor uso de wearables (aparatos y dispositivos electrónicos, como relojes o zapatillas de deporte, que se incorporan al cuerpo y que hacen interactuar al usuario y otros dispositivos para realizar alguna función).
En cuanto a las personas con discapacidad, el uso de las nuevas tecnologías está suponiendo un paso de gigante a la hora de incorporarse al mercado laboral. Así, están en condiciones de mayor igualdad con el resto de la sociedad a la hora de poder acceder a información, conocimiento, comunicación y formación sobre determinados temas. Por ejemplo, la Fundación ONCE ha desarrollado en los últimos años experiencias de teletrabajo para personas discapacitadas, como el Programa de Centros de Teletrabajo (Telecentros) de Fundosa Teleservicios o el Proyecto Cepadite.
Además, las administraciones públicas también juegan un papel destacado en esta integración. Con la adaptación de las poblaciones para que se conviertan en Smart Cities, podrán ofrecer mejores servicios, con el ciudadano y sus necesidades como pieza fundamental en el desarrollo. Las tecnologías de la información y las comunicaciones son las herramientas que se utilizan para la provisión de estos servicios.
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