Un equipo de ingenieros de Stanford, con la colaboración de unos colegas de Berkeley, ha construido lo que esencialmente es un microchip de capacidades básicas –del tamaño de una hormiga– capaz de recibir señales, procesarlas y reenviarlas. Entre sus aplicaciones se incluyen la conocida «internet de las cosas», edificios y ciudades inteligentes y otras aplicaciones de movilidad y conectividad.
Pero lo más interesante es que estos chips no necesitan batería, lo que los hace según sus creadores «casi eternos» en cuanto a duración en funcionamiento, dado que no necesitan recargarse. Tan solo dejan de funcionar cuando se estropean irremisiblemente. La idea brillante para que esto funcione consiste en que los chips se alimentan de la energía de las mismas señales que reciben: permanecen «dormidos» sin consumir nada de nada hasta que estas señales de radiofrecuencia aparecen en la zona en que se encuentran, momento en que toman prestada la energía necesaria para funcionar, que es de una magnitud apenas apreciable.
Además de esto, debido a su pequeño tamaño y simplicidad estos chips pueden fabricarse literalmente por unos pocos céntimos. Esto significa que en realidad se pueden fabricar por millones, y así dispersarlos por los lugares en que se necesitan de forma masiva. Se podría instalar uno de ellos en cada bombilla, cada enchufe o cada cable de un hogar; en las ciudades podrían estar integrados bajo cada plaza de aparcamiento, en cada farola o en cada semáforo. El plan de sus creadores es que haya un chip en cada metro cuadrado del hogar, incluso de las calles: literalmente billones de estos pequeños chips conectados unos con otros.
Entre las ideas que se han utilizado para poder crear estos chips –que tienen la capacidad de lo que podría ser un receptor Bluetooth actual– está una antena muy similar a la del Wi-Fi, pero diez veces más pequeña, a pesar de lo cual opera a 2,4 GHz. Esa antena y otra se reparten la tarea de captar la energía de las señales de radio, aprovechar una parte para alimentar los circuitos de la energía necesaria, leer los datos y emitir otras señales dependiendo del trabajo y cálculos que se estén realizando.
La idea de estos ingenieros la están compartiendo en una web llamada Ant-Sized IoT Radio (La Radio de la Internet de las cosas, del tamaño de una hormiga), con la idea de que otros expertos en equipos similares se unan en el desarrollo de nuevos proyectos usando la misma tecnología.
[Foto: Stanford / Amin Arbabian]
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