El funcionamiento típico del Internet de las Cosas era, y es, recopilar datos desde diferentes dispositivos —sensores, en la mayor parte de los casos— y enviarlos a la nube para su posterior procesamiento. Por ejemplo, sensores de temperatura que envían sus datos a una aplicación alojada en la nube que, cálculos mediante, determina cómo regular un termostato inteligente.
Sin embargo, este es un modelo que parece poco eficiente si aumentamos la escala considerablemente. Cuando se cumplan las predicciones de los más de 30.000 millones de dispositivos conectados —predicciones que sitúan la fecha entre 2020 y 2021, es decir, mañana—, las necesidades de procesamiento serán ingentes. Tanto que, si todo sigue funcionando igual, será cada vez menos eficiente.
Por esto surge el concepto de Edge computing. Se trata de aligerar la carga de procesamiento en la nube y hacer parte de ese trabajo «en local»: en los propios dispositivos IoT. De esta manera, no solo estaremos aligerando la carga de los servidores, sino que permite el análisis de los datos importantes en tiempo real, algo crítico en industrias como la salud, telecomunicaciones o la industria financiera.
El #EdgeComputing consiste en aligerar la carga de procesamiento en la nube, además de analizar datos importantes en tiempo real Clic para tuitearEste concepto implica que los dispositivos y sensores conectados han de ser, necesariamente, más complejos. En lugar de ser una desventaja es toda una ventaja al disfrutar de mayor inmediatez.
Otra vía intermedia es posible. En lugar de disponer de complejos dispositivos conectados, una industria podría disponer de nodos de procesamiento en sus instalaciones que evitasen el paso intermedio a la nube. Sería este el lugar natural del Edge computing. Allí se procesarían los datos críticos para el negocio sin necesidad de acceder a la nube, sino haciéndolo en la «niebla». El concepto, en sí, es autoexplicativo. Si la nube está lejos, la niebla nos rodea.
Por ordenar términos, Edge computing es el procesamiento en el «borde», en los propios dispositivos conectados o en nodos especializados, pero cercanos físicamente. Fog computing, o procesamiento en la niebla, es que se extiende la nube para acercarla a las cosas que producen y se accionan mediante datos de dispositivos IoT. Los nodos de esta red podrían ser cualesquiera dispositivos con conectividad de red, capacidad de computación y almacenamiento.
Eso sí, Edge y fog computing son dos cosas separadas. La primera se refiere a cómo los procesos se realizan en los dispositivos IoT con capacidad de análisis; la segunda se refiere a las conexiones entre los dispositivos «Edge» y la nube. Pero todo se conecta de una manera intuitiva.
Esta es una de las soluciones más realistas a corto plazo por muchos motivos. Uno de ellos es que cada vez es más fácil obtener dispositivos con capacidad de procesamiento a un menor coste. Otro es que con esta concepción se reduce la latencia, se consume menos ancho de banda y se accede de manera inmediata a los resultados y análisis. Por otro lado, la seguridad es un factor decisivo. Cuantos más nodos Edge existan, menos volumen de datos tenemos en la nube y menos vulnerable es ese entorno.
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