Los argumentos a favor y en contra de la «tecnología» son tan numerosos como imprecisos. Entre las advertencias sobre el mal uso de la tecnología tenemos las adicciones, la pérdida de contacto social, el aislamiento… Es frecuente encontrarse con noticias, estudios o comentarios acerca de lo negativo de la «tecnología», y no tan frecuente encontrarse con decálogos para hacer un uso responsable de la misma.
Lo cierto es que la palabra tecnología tiene un significado muy amplio y engloba demasiados desarrollos como para simplificar, con una sola palabra, los perjuicios de un uso poco responsable de la misma. Además, la tecnología es una herramienta, y es responsabilidad del usuario cómo se emplea. En el terreno de la educación, por ejemplo, los beneficios potenciales del empleo de tecnologías específicas son enormes.
En este artículo nos referiremos como tecnología a la de uso doméstico: smartphones, tablets, asistentes inteligentes por voz, y demás dispositivos de uso personal. ¿Cómo podemos hacer un uso responsable de estos?
La tecnología debe requerir el menor tiempo de atención posible
Tendemos a utilizar los dispositivos —en concreto, el smartphone y las redes sociales— continuamente, sin razón aparente. Lo hacemos para comprobar las actualizaciones o si tenemos mensajes, en lugar de hacerlo cuando tenemos una verdadera necesidad.
Lo más adecuado es comprobar los mensajes —o, en general, cualquier aplicación— cuando necesitemos comunicarnos por algo en concreto, y no aleatoriamente cada vez que tengamos un mínimo hueco. Estas aplicaciones suelen ser asíncronas, es decir, que no es necesario leer los mensajes en el momento en que son recibidos.
Nosotros controlamos (desactiva las notificaciones)
Esta es una especie de corolario del punto anterior. Para proteger nuestra atención de las interrupciones del email, las redes sociales o las apps de mensajería instantánea, deberíamos desactivar las notificaciones. De esta manera, nosotros tomamos el control. Es un ejercicio interesante porque, progresivamente, vamos dejando de lado estos dispositivos y nos centramos más en otras cosas.
Apostar por la utilidad y la «frugalidad»
Del punto anterior llegamos a este: el uso de las tecnologías y dispositivos debe estar guiado por su utilidad, y no por otras motivaciones. Además, no deben saturar nuestra atención con demasiada información o con notificaciones continuas.
En el caso de los coches, por ejemplo, dispositivos como los «head-up display» permiten al conductor disponer de información relevante, pero sin que canibalice su atención —que debe estar sobre la carretera—. El futuro uso de la realidad aumentada en los coches debería seguir ese mismo principio de «no saturación».
Establecer un horario y un tiempo máximo diario de uso de Internet es aconsejable
No hablamos solo de niños. El uso moderado de cualquier dispositivo es el consejo número uno para un uso responsable. No deben sustituir las interacciones humanas, no deben interferir en nuestras tareas básicas cotidianas —ni en el trabajo, ni en el hogar—. No pueden sustituir al tiempo de calidad con los nuestros, a nuestra actividad deportiva o a nuestro ocio, aunque es lícito que formen parte de ello.
¿Qué es establecer un horario y tiempo máximos? Cosas tan simples como dejar los dispositivos de lado a partir de la hora de la cena, por ejemplo, para desconectarnos paulatinamente antes de irnos a dormir. El objetivo es no interferir con nuestra vida diaria.
Utilizar software de control y supervisión
También es un uso responsable mantener los dispositivos protegidos de usos inapropiados. Hablamos de control parental y de educación, que son clave para, entre otras cosas, luchar contra el cyberbulling. También son esenciales para proteger a los más pequeños ante los peligros que se pueden encontrar en Internet, y ante situaciones para las que no están preparados.
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