Uno de los objetivos de la tecnología es el de proporcionar herramientas a las personas para desempeñar mejor su trabajo. Gracias a la tecnología somos más productivos, estamos más seguros, sufrimos menos retrasos por errores del hardware o potenciamos nuestra empresa para colocarla en el siglo XXI gracias a la digitalización.
Las aplicaciones del Cloud computing, del Internet de las Cosas y la inteligencia artificial son literalmente infinitas. Todo lo que hacemos, en cualquier sector, es susceptible de ser mejorado u optimizado utilizando lo que nos ofrecen estos avances. Es el caso de las colmenas.
Recientemente comentamos el inicio del proyecto de colmenas inteligentes por el que se habían instalado dos de estas colmenas en Valencia, integrándose así con la red europea. Hablamos de plataformas de IoT vivas que formaron parte del proyecto de Deutsche Telekom premiado en la VI edición de los enerTIC Awards 2018.
El valor de los datos permite optimizar las colmenas y mejorar la salud de las abejas
Eduard Contijoch es el ingeniero responsable de este proyecto en T-Systems Barcelona, y explica cómo gracias a los datos es posible que los apicultores tomen mejores decisiones que afectan positivamente al futuro de la colmena.
Los apicultores e investigadores pueden conocer los diferentes estados de la colonia para facilitar su gestión, y gracias a los indicadores se puede conocer la salud de la colonia y de la reina; si está a punto de producirse una escisión; si las abejas tienen estrés; cuál es su ciclo vital y muchas otras cuestiones que inciden en la salud y el futuro de la colmena.
Lo que se puede aprender gracias a los datos que se recogen en este proyecto es alucinante. Por ejemplo, Karim Belhaki, que es apicultor y el encargado del proyecto en Cartagena, nos cuenta que «las abejas tienen unos patrones de comportamiento que se repiten para los días en que las condiciones climáticas en el medio son similares, e incluso son compartidos para colmenas en distintas ubicaciones».
Todo esto abre la posibilidad de controlar mejor la producción de la miel, proteger las colmenas de los depredadores como la avispa asiática (Vespa Vetulina) y, en general, conseguir una suerte de estado de bienestar en esas comunidades de abejas tan cruciales para nuestra supervivencia. Alrededor del 70% de los cultivos para consumo humano depende directamente de estos insectos, según Greenpeace, con lo cual es imperioso preservarlas y ayudar a que prosperen.
La IA permite, al cruzar todos los datos, detectar cosas tan curiosas como las variaciones de peso en la colmena. Según Belhaki, «la colmena contiene un peso específico cuando las abejas se reúnen al final de la tarde, y que ese peso desciende por la noche», que es cuando las abejas consumen miel para mantener la temperatura estable. Este dato tan aparentemente sencillo nos da la clave para saber cuánta miel hay que dejar en la colmena en periodos sin floración para que esta sobreviva.
Sin duda, toda esta tecnología hace que la figura del apicultor sea más importante si cabe, ya que al disponer de más datos y combinarlos con su experiencia, tendrán las claves para conseguir mayor productividad con menos coste (de salud de las abejas, por ejemplo) para obtener colmenas hipereficientes.
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