Revertir el cambio climático es una de las tareas más complejas, importantes y decisivas de la historia de la humanidad. Reducir las emisiones de gases contaminantes para evitar que el calentamiento global siga su curso, creciendo por encima de lo razonable, está en las agendas de la mayoría de los países desarrollados.
Todo esto ha de combinarse con el día a día actual, conviviendo con una pandemia que parece lejos de estar controlada, y hemos de pensar, también, en el futuro post-pandemia y en cómo vamos a crecer de manera sostenible en ese momento.
Las ciudades son sistemas muy complejos en los que implementar medidas globales para proteger el medio ambiente es muy complicado. Las soluciones han de ser tal que cubran diferentes facetas o aspectos, entre otras cosas porque muchas tendencias ambientales son tan complejas que son difíciles de conceptualizar.
Por ese motivo, la recopilación de datos es el primer paso para reducir la complejidad y comprender el impacto ambiental de la actividad humana. Y es en este punto donde entra el Internet de las cosas, en el que los sensores inteligentes tienen un importante papel que desempeñar.
Como ya hemos comprobado en otros artículos y gracias a muchas iniciativas de Smart City, los dispositivos con sensores permiten registrar el impacto ambiental de las ciudades a lo largo del tiempo, recogiendo detalles sobre, por ejemplo, las alcantarillas y las aguas residuales, la calidad del aire y la gestión de la basura y desperdicios, entre muchas otras cosas.
Además de la contaminación atmosférica, los programas de desechos y reciclaje en las grandes ciudades deben ser cuidadosamente gestionados para mantener las ciudades limpias, verdes y sostenibles. Otros aspectos que se pueden monitorizar se refieren a la infraestructura, como, por ejemplo, puentes de acceso, carreteras, circunvalaciones… Existen muchas soluciones que se pueden integrar en las ciudades para gestionar estas necesidades. Veamos unos ejemplos:
- Air Quality Egg: dispositivos domésticos que forman parte de un sistema abierto que coteja los datos aportados por los ciudadanos sobre la calidad del aire.
- Big Belly: contenedores de basura conectados y un compactador de basura alimentado por energía solar que alerta a los equipos de saneamiento de cuándo está lleno, lo que reduce considerablemente el gasto en camiones (menor gasto de combustible, menor contaminación acústica nocturna…).
- Medidores inteligentes de energía, que proporcionan datos transparentes sobre el propio consumo de energía de los diferentes sistemas de la ciudad, algo que ha demostrado que reduce el consumo en general.
- Sensores inteligentes de gestión del agua, que pueden combinarse con programas de análisis de datos para proporcionar a los consumidores una mayor visibilidad de la cantidad de agua que utilizan.
- Estrategias de iluminación inteligente en la ciudad para mejorar el uso de la energía y ayudar a hacer frente a la contaminación lumínica.
El IoT y los dispositivos inteligentes son la llave para conseguir ciudades más eficientes, menos contaminantes y más amigables con el medio ambiente, dando como resultado las ciudades más sostenibles de la historia.
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