Las ciudades inteligentes, o Smart Cities, son la apuesta de futuro para miles de millones de personas que, en relativamente pocos años, vivirán en ellas, dejando atrás los núcleos más pequeños. Las Smart Cities son desarrollos urbanos basados en la sostenibilidad.
Estas ciudades se diseñan para, por un lado, responder a las necesidades básicas de las instituciones, las empresas y sus ciudadanos en todos los ámbitos y, por otro, ser respetuosa con el medio ambiente, hacer un uso óptimo de los recursos y tener la capacidad de crecer con facilidad (ser escalables).
Las ciudades más inteligentes y eficientes del planeta como, por ejemplo, Singapur, Londres, Nueva York o Dubai, destacan por sus planes de movilidad, conectividad y desarrollo sostenible. En el otro lado de la balanza, apenas se evalúan los sistemas de prevención y seguridad que hacen frente a posibles ataques, fallos o errores inadvertidos.
En el fondo, podemos ver una Smart City como una enorme red de dispositivos y sistemas interconectados a todos los niveles. La convivencia de todas esas infraestructuras, de las que algunas serán digitales, otras físicas, y otras serán sistemas híbridos, ha de ser orquestada de manera eficaz y segura. Los equipos ciberfísicos son los responsables, entre otras cosas, de la automatización y control de edificios, de la movilidad conectada o de la planificación de servicios urbanos (suministro de agua, energía, gestión de residuos, sistemas telefónicos y de comunicaciones).
Un ataque a cualquiera de estas infraestructuras puede tener efectos perniciosos a todos los niveles, de la misma manera que un equipo comprometido puede poner en aprietos a una organización entera. Podemos ver otra analogía en el caso de las Smart Home. En estos entornos, un solo dispositivo conectado vulnerable como, por ejemplo, un enchufe inteligente, puede dar acceso a los delincuentes al resto de sistemas del hogar, poniendo en juego la privacidad de los datos del usuario, pero también su seguridad si, por ejemplo, los delincuentes acceden a la cerradura inteligente y la manejan a su antojo.
Volviendo a la ciudad inteligente, un ataque exitoso podría poner patas arriba el suministro energético, podría perjudicar la movilidad y sembrar el caos. Por eso es tan importante tomarse estos entornos urbanos como sistemas a los que es necesario proteger y dotar con herramientas de prevención y reacción ante ataques.
Hasta el momento, las características más populares de las ciudades inteligentes son la funcionalidad y la interoperabilidad, así como los servicios avanzados como la posibilidad de una movilidad autónoma con vehículos que se comuniquen con la infraestructura, la adopción del 5G, los espacios verdes (ganados, además, al coche), y la idea de que una Smart City es una ciudad pensada para elevar la calidad de vida de sus habitantes.
Sin embargo, la seguridad de los sistemas, la prevención y las políticas de seguridad necesarias parecen el patito feo de estos proyectos. Son tareas necesarias, pero que no cuentan con ese atractivo que tan evidente es para el público en los otros aspectos.
Este reto de ciberseguridad para las Smart Cities es, quizás, uno de los más importantes y urgentes en este momento, dado que, por un lado, es primordial asegurar la correcta protección de los datos sensibles y, por otro, la tecnología involucrada en la ciudad inteligente debe generar confianza entre los ciudadanos.
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