La importancia de la transparencia para garantizar la sostenibilidad de la digitalización

El cambio climático y sus consecuencias están haciendo que el planeta se encuentre en una situación complicada. La sostenibilidad ya ha dejado de ser una opción para convertirse en una necesidad, una que las empresas deben tomarse muy en serio. Para ser sostenible importan las promesas y los compromisos, pero sobre todo lo hacen los hechos.

Los consumidores son mucho más exigentes con las corporaciones y mucho más críticos con aquellos movimientos que no cumplen lo que prometen. El greenwashing —el «lavado verde», usar las cuestiones ambientales para mostrar al mundo una buena cara sin ser realmente lo que prometen— es una pesadilla reputacional y potencialmente, y al hilo de las nuevas normativas que se están aprobando, una con efectos legales.

Por ello, las compañías deben tener una hoja de ruta clara de qué implica su política de sostenibilidad y cómo se van a cumplir los objetivos marcados. Igualmente, deben emplear herramientas que les ayuden a monitorizar su actividad. Soluciones como Syrah ayudan a hacer un seguimiento en la ejecución de los ODS (los Objetivos de Desarrollo Sostenible) a nivel corporativo y a asegurarse de que se va en la buena dirección. Y, por supuesto, las empresas necesitan ser transparentes. La transparencia es un valor cada vez más importante y decisivo.

Quizás, es en la digitalización donde la transparencia debe ser más determinante: la transformación digital es fundamental para ser más verdes, pero las compañías no pueden obviar que también tiene unos costes medioambientales asociados. Solo teniéndolo presente —y hablando claro de ello— se logrará abordar el problema y paliarlo.

Transparencia y soluciones

No por ser compleja la cuestión carece de soluciones. Como explica la especialista de T-Systems Mirjam Wamsteeker, Global Industry Marketing Leader, las oportunidades de la digitalización conviven con el impacto que esta puede tener en el cambio climático «especialmente si no la implementamos de forma eficiente y efectiva». Por ello, la industria debe apostar por esa transparencia crucial pero también por crear estándares claros que permitan medir de forma fiable la huella de carbono de sus infraestructuras IT. Necesitan saber cuánto emite y cómo golpea a la naturaleza su apuesta cloud.

Como recuerda Wamsteeker, el cloud tiene una cara positiva y una negativa. Al migrar a la nube, las compañías comparten los consumos de energía y lo hacen en entornos en los que se está de forma recurrente optimizando las cosas para lograr mejores eficiencias. «Se puede comparar al que más gente use el transporte público en lugar de los coches», señala la experta. Pero, por otro lado, los centros de datos son ya una parte importante del consumo mundial de energía —entre el 0,8 y el 2%—. Esto ocurre en un contexto en el que son cada vez más importantes y muestran más crecimiento.

Las compañías deben encontrar un punto de equilibrio. La digitalización no tiene vuelta atrás y resulta cada vez más decisiva a muchos niveles, desde creación de riqueza a la reducción de las brechas sociales. Apagar el proceso es imposible, pero hacerlo mejor para el medioambiente es muy plausible. Ahí entra la responsabilidad de las empresas —como señala Wamsteeker, «los diferentes actores de la economía digital son conscientes de esta responsabilidad y están trazando objetivos climáticos ambiciosos de forma más frecuente»— y las acciones.

La transparencia servirá para que todos los players se muevan en un terreno de juego equilibrado. Además de los cambios normativos mencionados que ya se preparan para luchar contra el greenwashing, la propia industria está creando herramientas para que sea más sencillo medir y conocer el impacto. El Climate Neutral Data Centre Pact está trabajando para encontrar la forma de ofrecer datos sobre qué ocurre en el cloud que sirvan para entender sin dudas y sin errores sus emisiones. No es el único organismo que intenta encontrar una escala de medición para el cloud que sea efectiva.