El Edge computing es una manera de ver un modelo de computación que no está tan lejos de nosotros como lo está el Cloud. Se puede decir que con este modelo estamos delegando parte de la capacidad de procesamiento en los dispositivos que captan los datos, es decir, que acercamos el Cloud a las fuentes generadoras de los datos que utilizaremos.
Esto tiene unas grandes ventajas, como la eliminación de buena parte del lag, o retardo en las comunicaciones, al eliminar el tiempo de tránsito del dispositivo al Cloud y vuelta. Además, el propósito del Edge es el de aligerar la carga de procesamiento en la nube y hacer parte de ese trabajo en los propios dispositivos IoT.
De esta manera, no solo estaremos aligerando la carga de los servidores, sino que permite el análisis de los datos importantes en tiempo real, algo crítico en industrias como la salud, telecomunicaciones o la industria financiera.
Ahora, con el auge del Edge computing nos enfrentamos a retos de complejidad, seguridad y gestión que no tienen respuesta fácil.
La complejidad es inherente al Edge computing
El mercado IoT crecerá sin aparente freno durante los próximos meses y años, y eso significa que el Edge tendrá cada vez más peso. Gracias a las ventajas que acabamos de comentar en este artículo, es una de las tecnología con mayor proyección. A la vez, los arquitectos del Edge y de la nube están construyendo patrones más complejos, menos seguros y más difíciles de gestionar de lo que podíamos anticipar.
El problema principal es el que anticipamos: el Edge implica aumentar la complejidad operativa. Trasladar el procesamiento y la retención de algunos datos a los dispositivos de borde significa hacerlo a, potencialmente, miles de ellos. Además, estos dispositivos pueden estar lejos y desprotegidos, con lo que las ganancias de rendimiento y fiabilidad tienen que justificar los costes adicionales en seguridad y gestión.
Las actualizaciones, las mejoras y las reparaciones no se pueden automatizar con en la nube pública, sino que a veces tendremos que lidiar con fallos, dispositivos que han desaparecido (robados, rotos o desconectados), e incluso con los fallos de red que hacen imposible acceder a ellos. A veces es posible que tengamos que enviar a una persona para comprobar el dispositivo, actualizarlo, repararlo o reemplazarlo.
Precisamente, la seguridad de los dispositivos es otro de los grandes retos del Edge, porque puede ser no sólo difícil, sino muy costoso proteger todos los dispositivos conectados. Ni tan siquiera podemos pensar en cifrar la información sensible entre el dispositivo que recoge los datos y el dispositivo Edge (requeriría demasiada capacidad de computación para el propio sensor).
Todos estos retos parecen sencillos de superar, pero no es tan sencillo asumir el coste extra que eso puede suponer para una empresa. A pesar de todo, identificar los retos es el primer paso para superarlos, y no cabe duda de que el Edge computing es la tecnología adecuada para un gran número de aplicaciones y sectores, una tecnología con futuro.
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