El mundo en que vivimos camina con paso firme hacia una serie de escenarios que, con seguridad, involucrarán la automatización a múltiples niveles, por un lado, y a un proceso de “descarbonización” generalizado por otro. Ya es realidad en la Smart City, al menos en sus principios y fundamentos, y en pocas décadas serán el modelo de ciudad estándar.
Serán ciudades en las que el peatón habrá ganado terreno al coche, que será entonces eléctrico y autónomo, conectado y eficiente; serán ciudades en las que los servicios imprescindibles estarán gestionados por máquinas inteligentes y los espacios verdes ganarán en presencia.
En este escenario de Smart City, coches autónomos y eléctricos y sostenibilidad se sumarán las energías renovables. Hoy, todavía existe una gran cantidad de energía eléctrica que proviene de fuentes no renovables. Por ejemplo, de las centrales térmicas (o termoeléctricas), que queman carbón, gas natural o petróleo, entre otras cosas, y que, por lo tanto, contribuyen a mantener elevadas las emisiones de gases con efecto invernadero.
Sin embargo, las energías renovables están ganando terreno. Se estima que pronto supondrán la mitad del mercado eléctrico europeo (algunas estimaciones hablan del 50% en 2030, es decir, en 12 años apenas), mientras que, si nos vamos hasta 2050, las renovables cubrirán el 80% de la demanda en todo el continente. Hay que decir que para esas fechas se estima que la producción eléctrica estará influida por la generación a pequeña escala, como describimos en un artículo sobre Smart Grid. Esta será la tendencia dominante en el medio plazo.
Smart City y demanda energética en España
En 2016, las energías renovables suponían el 40,8% de la producción eléctrica española. Al año siguiente, esa cuota se redujo hasta el 33,3%. ¿La razón? La sequía, que eliminaba de la ecuación (en gran parte) a la aportación hidráulica y, por lo tanto, aumentaba la demanda de energía procedente de fuentes no renovables.
En 2018, las renovables parecen recuperar el terreno frente a las no renovables, en el período de enero a abril se situaban en el 47,1% de la producción. ¿Qué podemos concluir? Que las energías renovables dependen fuertemente de fenómenos externos como la meteorología (sol, lluvias, viento), y que si no hay suficientes instalaciones en el país, cuando el clima es adverso para la producción de electricidad hay que tirar de no renovables.
Es posible que el autoconsumo o, mejor dicho, las nuevas redes eléctricas hiperlocales (microrredes, o microgrid), en el barrio, puedan minimizar los efectos negativos de las fluctuaciones en la producción de energía en masa de las grandes instalaciones. Al disponer de su propia energía y almacenamiento en los hogares, los usuarios podrán consumir energía y, al a vez, entregar el sobrante a la red compartida con sus vecinos, consiguiendo la estabilidad necesaria para mantener el suministro sin necesidad de recurrir a las energías contaminantes.
De esta manera, el objetivo de cubrir el 80% de la demanda eléctrica en 2050 será posible para las energías renovables, siempre que se consoliden las tecnologías que permitan crear Smart grids y se afiance la no dependencia de los hidrocarburos para la generación de electricidad.
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