El futuro de las ciudades es el de evolucionar paulatinamente hacia un escenario de eficiencia energética, tratamiento de residuos y conectividad total para poder contribuir a un mundo más sostenible, eficiente y centrado en las personas. Esa es la consecuencia de apostar por las Smart cities, y por eso cada año aumenta el gasto destinado a las iniciativas, proyectos e infraestructuras relacionadas.
Durante el presente 2020, crisis del COVID-19 mediante, se prevé que el gasto mundial en iniciativas para Smart Cities aumente hasta los 124.000 millones de dólares (unos 115.000 millones de euros, al cambio), con un aumento del 18,9% anual, según una nueva investigación de IDC. Habrá que ver si este aumento de la inversión sufre, o no, algún tipo de recorte o freno debido a la crisis que vivimos, con buena parte del mundo detenido a la espera de que mejore la situación.
Pero la tendencia es la que es, y según su última Guía Mundial de Gastos en Ciudades Inteligentes, las 100 principales ciudades que invirtieron en este tipo de proyectos en 2019 representaron casi el 29% del gasto mundial. Se espera que el crecimiento se mantenga entre las principales ciudades por presupuesto destinado a la Smart City, pero el resto del mercado se reparte mucho entre ciudades de tamaño medio y pequeño que, si bien son más numerosas, invierten en proyectos menos ambiciosos.
Según IDC, Singapur seguirá siendo el principal inversor en iniciativas de ciudades inteligentes, seguida por Tokio, Nueva York y Londres. Las zonas donde el crecimiento será más rápido con respecto a períodos anteriores serán América Latina y Japón, aunque, como hemos comentado, habrá que estar atentos a la evolución de la economía mundial en la era «postcoronavirus».
Podemos pensar en dos alternativas: o bien el gasto y la inversión en nuevos proyectos inteligentes para las ciudades se mantiene (y, en el caso más favorable, crece), o bien se reduce o ralentiza la inversión para dar paso a prioridades más urgentes en estos momentos.
De lo que no cabe duda es que invertir en la Smart City es una apuesta sólida para el futuro, no solo por temas de impacto medioambiental, sostenibilidad y gestión de residuos, sino porque una ciudad más preparada en cuanto a infraestructura y servicios podría superar mejor crisis como la del coronavirus.
Sin ir más lejos, disponer de sistemas automatizados de reparto mediante vehículos especialmente diseñados para ellos, incluso combinándolos con drones o robots repartidores sería una grandísima solución de abastecimiento para miles de familias, incluyendo aquellas que están en mayor riesgo en caso de contagio, como los ancianos, las personas vulnerables o quienes tienen enfermedades respiratorias.
Por otro lado, una ciudad preparada para ofrecer servicios de telemedicina a todos sus habitantes sería capaz de gestionar más eficientemente la atención primaria, mejorando globalmente el servicio sanitario y evitando las largas colas en urgencias o en las consultas.
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