El avance tecnológico en el terreno de los sensores inteligentes y, en general, de todos los dispositivos conectados, permite crear nuevos escenarios. En ellos, por un lado, podemos recopilar datos que antes nos pasaban desapercibidos y, por otro, podemos crear aplicaciones nunca vistas.
Es el caso del Internet de las Cosas, o IoT en sus siglas en inglés. Aplicaciones prácticas como los monitores de salud, los wearables (de todo tipo, incluyendo los de uso doméstico para, por ejemplo, hacer deporte), la gestión de flotas o la transformación digital en la agricultura son posibles mezclando IoT, Big Data e inteligencia artificial.
Un concepto muy relacionado con IoT es lo que se denomina «Internet of Humans». Este término surge gracias a la cada vez más amplia oferta de «sensores humanos», es decir, sensores diseñados para recopilar información física de las personas. Los sensores humanos son capaces de crear grandes flujos de datos a lo largo de nuestras vidas.
El Internet de los humanos (IoH) representará una parte importante del Internet de las Cosas (IoT), y las posibilidades de la ciencia de datos, las aplicaciones móviles y el Big Data asociado a ello son enormes. De la misma manera, los nuevos riesgos de seguridad son muy importantes, puesto que los dispositivos de monitorización, de asistencia o, en los casos más extremos, de biohacking son puntos de entrada susceptibles de ser atacados.
Nuevos retos en ciberseguridad
Gracias al aumento y la proliferación de estos dispositivos calibrados y controlados en remoto, el IoH se está convirtiendo rápidamente en una realidad a medida que los fabricantes de dispositivos médicos buscan mejorar la comodidad y facilidad de los dispositivos (para la conveniencia de los pacientes).
Los mencionados monitores avanzados de salud, por ejemplo, son dispositivos que, de ser «hackeados», supondrían un problema para el paciente. No un problema directo, sino indirecto, por ejemplo, si el dispositivo emite falsas alarmas, o deja de enviar avisos de urgencia en caso de necesidad.
Con el paso del tiempo, se desarrollarán más dispositivos de este tipo, los cuales generarán potenciales nuevas vulnerabilidades a las que habrá que atender, y para las que habrá que desarrollar parches de seguridad. Todavía no se tiene constancia de que haya ataques organizados contra este tipo de dispositivos, pero eso no quiere decir que no vayan a suceder. Lo único que se necesita para que estos ataques se hagan una realidad es que los delincuentes puedan sacar dinero de ello.
El reto está en estudiar desde todos los ángulos posibles qué tipo de vulnerabilidades pueden ser explotadas en estos dispositivos médicos (tanto monitores, como dispositivos de asistencia como respiradores, por ejemplo), y diseñar las soluciones antes de que sean distribuidos. A pesar de que IoH es un concepto relativamente nuevo, el ritmo de desarrollo tecnológico, el abaratamiento de costes asociado al uso de estos dispositivos y la conveniencia para los pacientes, que mejoran su calidad de vida al evitar desplazamientos al hospital (en ciertos casos) acelerarán su presencia en nuestras vidas.
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